lunes, 26 de diciembre de 2011

Untitle - Capitulo I



                                                                                        UNTITLE                                                                                         
     
CAPITULO I : RECUERDOS

     Desde pequeña mis padres se dieron cuenta que era una niña diferente; mi apariencia más que humana, era como la de un pequeño elfo, siempre entre los árboles, escurridiza, de pocas palabras, casi sin hacer contacto con la gente que me rodeaba, sumergida entre mis propios pensamientos la mayoría del tiempo, con una mirada de la que pocos pueden escapar, porque como dicen, atrapa hasta al más astuto de los animales, y sin embargo lo que más espantaba a los visitantes era cuando lograba abrir la boca, porque entonces nadie podía hacer otro gesto que el de una poco disimulada mueca de horror. Es que de ella no sólo salían mis palabras y mis pensamientos, ocurría también a veces que aquellos seres queridos que aquellos visitantes habían perdido hace poco, llegaban a nuestra casa, y expresaban a través de mí algún asunto importante que no habían logrado decirles o aclararles en vida, encontrando en este particular don de mi cuerpo, su última esperanza.

      A pesar de que esto podría tomarse como algo bueno, la mayoría de las veces todos salían huyendo, sin escuchar más que dos o tres palabras de lo que tenían que decirles, y en el peor de los casos, luego del incidente, me vetaban de su familia no dejando que ninguno de sus hijos me rondara, por lo que este extraño poder me fue alejando paulatinamente al mundo exterior y adentrándome más hacia aquel que estaba lejos de esta realidad.

     Mi madre, como cualquier otra, no hizo más que empeorar las cosas, me ingresaron a miles de hospitales diferentes donde me realizaban pruebas de todos tipos y cada uno me diagnosticaba una patología nueva. Nadie lograba explicar del todo lo que me ocurría, mis premoniciones, la capacidad para saber con antemano lo que pensaban las personas, la leve hipotermia que ocasionaban mis conversaciones con gente no-viva, todo esto lo atribuían a una esquizofrenia pero no encajaba 100%. Hasta que un día, sin previo aviso, mis padres se detuvieron, y simplemente me dejaron tranquila.

      Luego de esto, llegué a creer que mis problemas se habían terminado, y que llevaría la vida normal de cualquier otra niña del pueblo, pero en mi inocencia no alcanzaba a entender lo que ocurría realmente a mi alrededor. Un sábado por la tarde, luego de preparar la cena, mis padres comenzaron a empacar sus maletas, me pasaron un pequeño collar con una gran piedra al centro, un sobre con dinero, un beso de cada uno y sin decir una palabra más, se fueron. Ahí me quede yo, sentada, mirándolos partir, con el iluso pensamiento de que irían de compras por más leche, pero claro, luego de dos días de espera un hombre desconocido con una placa llegó a buscarme. A mis padres nunca más los volví a ver.

Entré entonces al orfanato "Amanecer", el único dentro del pueblo y el edificio más antiguo de todos. Quedé a cargo del Sr. Knight, un hombre pequeño, de grandes lentes y regordete que aunque parecía una fea y extraña persona cuando me dejaron con él, luego de hablarle y conocerlo un poco llegué a apreciar la sencillez de su corazón.

- Debo decirte la verdad – fueron sus primeras palabras al hablar conmigo - la situación en la que quedas ahora no es de las mejores pequeña Elena, tus padres no parecen haber dejado rastro y lo único que puedo hacer es contactar a tus tíos del sur - decía apresuradamente al mismo tiempo en que tomaba mis cosas y las subía a un pequeño auto azul – pero no te preocupes, por lo pronto estas a mi cargo y no dejaré que nada te suceda ¿Está bien? – mientras lo decía me subí de un brinco al coche y vi como lentamente tomábamos el camino que me llevaría a mi nuevo hogar.

        - No debes sentirte mal hija – dijo luego de un rato de trayecto - la verdad no creo que tus padres te hayan abandonado, esta ciudad es pequeña y mucho de nosotros los conocíamos y coincidimos en que no son de esa clase de gente, algo serio debe haberles ocurrido- decía como quien espera depositar una semilla de esperanza en un corazón abandonado.

         Lo escuché atentamente porque a pesar de la situación era la primera persona que me hablaba amablemente, sin embargo, de lo que él ni nadie nunca se dio cuenta es que verdaderamente no me dolió cuando ellos se marcharon, suena terrible decir algo como eso pero en su momento fue cierto, sentía como si a pesar de sus abrazos y de sus cariños no fueran realmente mis padres, sino más bien guardianes, unos que esperaban impacientes el momento de marcharse y librarse de la incómoda situación de protegerme.

         Cuando al fin llegamos y vi como era en realidad el lugar pude entender finalmente que ya no me encontraba en la misma situación que antes, que ya no tendría un lugar para mí sola, que ya nunca más habría gente preocupada por lo que me ocurriese, y que a pesar de mi corta edad debía aprender a valerme por mi misma, toda esta realidad me llegó como un balde agua fría, hiriendo mi pecho en lo más profundo, y, aunque fuera por unos pocos segundos, sentí miedo de lo todo lo que me esperaba de ahora en adelante.

         Mi posterior ingreso tampoco fue de los más acogedores, el lugar era frío y desgastado por los años de mal funcionamiento, las paredes estaban rayadas y descascaradas, el suelo sucio y con una alfombra que poco ayudaba a dar una imagen de mayor limpieza, al final del pasillo un gran cuadro de un desconocido pintor parecían coronar la decoración, en él, se veía una mujer hambrienta y desamparada pidiendo auxilio a un buen samaritano bajo un amargo cielo gris.

         En cuanto a los cupos, no existían hace tiempo, el lugar ya estaba más que sobre poblado hace varios años y esto, según escuché después del mismo Sr. Knight, paradójicamente ayudó a que nadie pusiera problemas a la hora de agregarme al registro que poseía la directora, el secreto de las irregularidades del lugar no debía ser revelado.

            Por lo pronto, nadie estaría muy preocupado de una pequeña y extraña niña, con unos padres ausentes ya que había casos mucho peores que atender. El Sr. Knight me llamó y me presentó a la “cuidadora”, una de las mujeres que estarían a cargo de mí de ahora en adelante, ella mecánicamente me tomó de una mano y me condujo por un estrecho pasillo hasta lo que sería mi nuevo hogar de ahora en adelante. A pesar de este frío trato de parte de ella, decidí no sentirme triste y creer que esto era solo parte de mi destino, luego, al ver a las distantes y calladas chicas con las que compartiría la habitación ya no me sentí más como el bicho nuevo y extraño del lugar, ayudando en gran medida el hecho de que no me tomaran en cuenta y siguieran con sus labores como si nada hubiera cambiado en su mundo. Opté entonces por acomodarme en el rincón más alejado de la puerta, y deje mis escasas pertenencias junto a un montón de ropa que parecía sin uso.

         Luego de este pequeño protocolo de ingreso, me cambié de ropa y salí al patio, no hubo presentaciones y mucho menos una bienvenida, mi trabajo ahora era simplemente adaptarme por mis propios medios y obedecer las órdenes que se me daban, mientras hiciera eso, nadie me haría nada.

        La gran cantidad de vegetación en el lugar me sorprendió bastante, sin embargo a los pocos minutos de haber salido mi vista se posó sobre un pequeño niño sentado en el árbol que parecía el más grande y verde del lugar, al igual que los demás su actitud era distante, como perdido en el espacio.

        Se trataba de un chico de mi edad pero algo más alto que yo, su pelo ondulado y color oro brillaba con el sol y eso le daba una leve imagen de príncipe de cuentos, sin embargo su nariz respingada tenía una pequeña imperfección en la punta lo que le daban el toque humano que le hacía falta. De pronto, una brisa helada recorrió mi espalda y eso extrañamente me tranquilizó, me hizo sentir a gusto. Me acerqué para verlo más detalladamente, no tenía el mismo aspecto que los chicos de la zona y eso me incitó a conocerlo mejor, pero aunque creí que no se había percatado de mi presencia no alcancé a dar más de 3 pasos cuando escuché:

           - No me gusta que me acechen, menos una niña como tú, Elena – dijo casi con un toque familiar en su voz.

             Su voz a pesar de ser fuerte y directa, era extrañamente dulce.

        - Sólo… solo quiero mirarte un poco, pareces algo triste. - repliqué, pero no sin sentir un poco de miedo de su respuesta.

        Me quedó mirando un momento y mientras acomodaba las manos entre las piernas agregó:

         - No nos conocemos y acabo de decir tu nombre, ¿Acaso eso no te asusta, E-L-E-N-A? - Esta vez sonó más amigable que antes y gracias a la nueva postura que había adoptado pude ver su rostro por completo.

         - Pocas cosas me asustan realmente – Dije mientras me acercaba más al árbol en el que se encontraba - Conoces mi nombre y muchas otras personas también, pero ¿Cómo te llamas tú?

        No sabía si respondería mi pregunta, era la primera vez que hablaba con un niño de mi misma edad y no sabía bien la forma de hacerlo.

      - Mi nombre… pues me llamo Luca - dijo mientras clavaba su mirada en la mía.

     Sus penetrantes ojos verdes se cruzaron con los míos dándome el tiempo necesario para mirarlos aún más detalladamente que antes, fue entonces cuando noté algo que no había visto en un principio, un detalle que pocas veces antes había pasado por alto. Algo muy importante faltaba en aquellos profundos iris verdes, algo que nos hace especiales y que es una de las más conocidas ventanas a nuestra alma… esos ojos carecían de ese blanco y luminoso brillo, ese que tiene aquellas personas que… están vivas.

3 comentarios:

  1. Me encanta, me dejaste re atrapado con el final.

    quiero mas!!!... ^o^...


    .:CiD:.

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  2. Que genial! a mi tambien me dejaste intrigada! Luca...que bonito nombre ^^ sabes, tu me encanta tu forma de escribir :D esperare la segunda parte con ansias.

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