jueves, 29 de diciembre de 2011

Untitle - Capitulo II


                                                                                        UNTITLE                                                                                        
     
CAPITULO II : LUCA



          - ¿Nombre? - la voz de la mujer era seca, distante y el lápiz en su mano escribía como llevado por la inercia.


      - Elena Mariè Betrov – respondí de inmediato e intenté decirlo lentamente y pronunciarlo como lo hacía mamá, eso le daba un toque antiguo y extranjero que me gustaba, como sacado de la realeza colonial.

      - ¿Betrov? - dijo como si la palabra le resultara familiar y esperó unos segundos para escuchar mi respuesta.

      - Sí, Betrov, mi padre es el Sr. Gustav Betrov - se lo dije como quién habla de un señor importante, de un gran caballero, olvidando que para ella no era más que el fugitivo que había abandonado a su hija. 

      Luego de esta rápida respuesta su rostro pasó del signo de interrogación a la completa indiferencia.

       - Bien, con esto acabamos el registro – se levantó y abrió la puerta de su escrito - Ahora puede retirarse a su cuarto Srta. Betrov, le aconsejo no causar problemas porque no nos gustan los niños problemáticos.

     Así terminaba la entrevista con la directora del orfanato, ya tenía los datos suficientes como para estar “legalmente inscrita” y como era de esperarse no hubo ninguna mejora en el estándar de vida que llevaba hasta ahora, me incorporé entonces oficialmente a la lista de huérfanos del pueblo.

      Los días pasaban rápido dentro de aquel lugar, ya había pasado una semana desde que el Sr. Knight me dejara con la cuidadora y rápidamente me acostumbre al ritmo de la casa. Al llegar la noche, todos en las habitaciones como en una rutina previamente ensayada nos dirigíamos a nuestros cuartos de la forma más expedita posible, sin gritar ni hacer ruido, para no molestar a los mayores. 

        Un día en especial me sentí más cansada de lo habitual, la cabeza me dolía y no podía moverme bien. Recordé que hace algún tiempo que no sucedía nada anormal a mi alrededor y recordé además aquel chico en el árbol ¿Tendrían relación ambas cosas?, decidí acostarme temprano pero aún así me costó más de lo normal quedarme dormida, y aunque en un comienzo lo atribuí a la gran masa de gente que sobrepasaba cualquier límite dentro de la habitación la verdad era que el rostro de aquel extraño no se salía de mi cabeza.

        Luca, el chico de la mirada apagada, luego de nuestra extraña presentación, se había marchado sin siquiera despedirse y la interrupción de una de las cocineras que llamaba a cenar le dio tiempo suficiente para escapar sin ser descubierto.

      Junto con su magistral huida, las interrogantes que quedaban en el aire eran muchas... ¿Por qué sabía mi nombre?, en el peor de los casos, si estaba muerto, ¿Para qué iba a hablarme? Y es que hasta ahora todos los espíritus que habían llegado hasta mí no emitían palabra, no se comunicaban directamente y mucho menos sabían mi nombre; ellos más bien me miraban con esos ojos extraños, apagados, sin ningún brillo, y eso bastaba para que supiera a lo que venían; pero Luca era diferente, a pesar de no tener esta importante característica él no irradiaba esa atmósfera lúgubre a su alrededor y tampoco había intentado utilizarme como la médium para muertos que había sido hasta ahora. 

       Al final me fue imposible conciliar el sueño, las horas pasaron y vi salir el sol por la fría y húmeda ventana de la habitación que daba hacia el patio – quizá lo estoy sobrevalorando – dije, y me levanté con la firme idea de comenzar un nuevo día. Pasaron las semanas, y nada volví a saber de él, pero no me di vencida de inmediato, me pasaba las tardes sentada en el árbol donde lo vi por primera vez pero nunca más volvió a pasar por ahí, intenté averiguar un poco con mis compañeras de cuarto pero todo era inútil, nadie conocía a un chico con esas características. Comencé a creer que realmente había sobrevalorado el asunto y muy probablemente había sido un alma vagabunda de esas que merodean por aquí y por allá pero que nunca pueden irse de este planeta. 

        De los pensamientos diarios que tenía sobre él, pasó a mi memoria colectiva, y aunque la próxima parada era el inminente olvido, me fue imposible quitarme su imagen de la cabeza, se trasformó en un especie de obsesión saber su real identidad y eso me asustó un poco. El principal problema no era su esencia paranormal, porque esa clase de cosas me persiguen (y perseguirían) como imanes por el resto de mi vida, lo que en realidad sucedía era que a pesar de todos los encuentros extraordinarios que rodeaban mi existencia, y la gran cantidad de espíritus que se habían comunicado conmigo, ninguno merecía la pena ser recordado, ya que ellos en general eran almas inconsolables que llevaban una gran carga emocional encima, pena, rabia, ira y soledad, una mezcla de todo maximizado por su condición de fantasmas, así es que la realidad era que no querían entablar alguna clase de vinculo, yo no pasaba de ser nada más que una simple médium, y aunque comprendía su dolor, ellos eran los únicos con los que podía establecer alguna clase de contacto, pero era inútil, ninguno quería conocerme... hasta que apareció Luca.

       Esta idea se fue desarrollando en mi cabeza cada día con más fuerza sin dejarme tiempo para pensar en nada más, pero no podía permitírmelo, ya habían pasado casi tres mes y como era de esperarse, me obligué a no prestarle más atención al asunto y al final me rendí ante la idea de que nada podía sacar de un fantasma, fuera él u otro, después de todo, era bastante buena dejando pasar las cosas por la vereda de enfrente o esquivando los asuntos que pudieran luego lastimarme.

         Llegó el invierno, y junto con él, el intenso frío, en esos días los chicos comenzaron a salir menos y a dormirse más temprano, mi rutina, a pesar de los grandes vuelcos que había dado mi vida, era la misma de siempre, no me metía con nadie y a todos se les daba muy bien ignorarme por lo que prácticamente me sentía igual que cuando estaba en casa. 

    Un día como cualquier otro, me fui a dormir temprano como lo hacía normalmente, sin embargo, luego de poco rato sentí que la habitación estaba más sofocante que de costumbre, me era difícil respirar y la sensación de mareo frustró mi sueño en pocos minutos. Así pasé toda la noche en vela, moviéndome de un lado para otro sin poder conciliar el sueño. Cuando finalmente salieron los primeros rayos de sol mi ahogo dentro de esas sabanas había llegado a su límite. Salí. Las cuidadoras que ya estaban levantadas no dijeron nada ante mi presencia, mientras no las molestara no me tomarían en cuenta y en aquel momento eso era perfecto para mí.

       Afuera, el frío era como un puñetazo en los pulmones y dolía un poco respirar, pero la belleza del sol saliente llegaba a inundar el bosque de colores únicos y eso compensaba cualquier sacrificio. Sin premeditarlo me dirigí lentamente hacia el árbol donde se había sentado Luca el día que nos conocimos, el tronco torcido formaba un lugar perfecto para descansar y la altura entregaba una vista privilegiada del lugar. 

        Me acomodé a modo de escondite, y esperé allí sentada, ¿Qué esperaba?, no lo sabía realmente, pero pasaron los minutos, las horas, y la paz del lugar era tal, que si prestabas atención sentías el latir de la tierra y el sonido del silencio 

       - Si te quedas ahí te vas a morir lenta y pacíficamente Elena, como un cordero que acepta ser ofrendado - una voz salió desde los árboles y el responsable de ella se acercaba lentamente hacia mí.

       Mi corazón comenzó a latir apresuradamente, tanto que a pesar del frío, sentí como el calor llegaba hasta mis mejillas, tornándolas rojizas.

       - La verdad no tengo tanta suerte - lo dije con trivialidad, ocultando un poco el rostro, y me asombré de lo bien que podía disimular el nudo que se había formado en mi garganta.

       - No resultaría bueno si te mueres, sería problemático para los dos - esta vez la voz se escuchaba mucho más cerca. Abrí los ojos para poder verlo mejor, pero me llevé la sorpresa de que ya se encontraba a mí lado.

       - ¿Por qué actúas como si te importara algo como eso? - se lo dije algo molesta, a pesar de haber pasado más de un mes esperando verlo, ya me había hecho la idea de que eso no sucedería y de que él no era más especial que cualquier otra alma vagabunda, ahora me resultaba incómodo que siendo un extraño me hablara así, preocupándose por mi salud, cuando nadie más lo hacía - sólo soy otra huérfana sin familia a quien nadie recordaría si muriera y para ser sincera te preocupas demasiado por MI vida... cuando no sé si aún conservas la tuya – mis palabras habían sido más directas de los que esperaba, tenía muchas otra que se agolpaban en mi boca sin poder salir, no podía hacerlas porque quizás no quería saber la respuesta que él tenía para ellas.

      Luca sonrió, aunque yo lo vi más como una mueca de ironía. Aproveché el instante para despejar todas las dudas.

        - Oye Luca ¿Tú… estás muerto cierto? - esta vez se lo dije con menos rodeos, él me miró fijamente como queriendo descubrir una intención escondida entre mis palabras sin embargo estoy segura que mi rostro en ese momento no tenía una clara expresión. Finalmente agregó: 

     - Pero mira que saliste directa Elena, me lo dices sin una pizca de delicadeza, como si estuvieras comentando lo lindo del paisaje – luego agregó -, que poco tacto ¿no te parece?

      - Podrías dejarte tú de rodeos y simplemente responder - esta vez lo miré a los ojos, y como lo suponía desde un comienzo, el brillo que buscaba no estaba allí.

       - Esta bien, tranquila, no es necesario que te enojes - se acercó lentamente hasta quedar a menos de un centímetro de mi oído y susurró - Puedo explicarte todo en estos momentos si así lo quieres.

        Sentí su tibia respiración y el leve calor de su cuerpo, esto indirectamente me dio ánimo para responder:

       - Eso mismo quiero, una explicación, y evita los acertijos conmigo, dime la cruda y poco valorada, verdad - Inconscientemente supe que en esos momentos estaba abriendo una puerta, una que nunca más podría volver a cerrar. 

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Secciones

Para no perderse, dentro del blog hay:

- INICIO: Enlaza a la página principal


- ABOUT ME: Aquí esta un pedacito de mí misma, quizá importante para algunos, para otros no tanto. (ACTUALIZADO)


- CONTACTO: Eso, contacto, xd, si me quieren decir algo o etc, que no se pueda en un comentario.


- RELATOS CORTOS: Todo lo que escriba de corta duración, les aconsejo pasarse a meter la nariz, las cosas buenas vienen en sobres pequeños, dicen. 


- WEB NOVELA: Son los relatos o novelas de larga duración que escribiré ( en gral. rodean las 200 paginas), cada una tiene toda la información necesaria para comenzar a leerla (Resumen, personajes, capítulos) actualmente esta: 


     1) UNTITLE : (ACTUALIZADA)
     2) RDUMC (Relatos de una Mente Caprichosa)

lunes, 26 de diciembre de 2011

Untitle - Capitulo I



                                                                                        UNTITLE                                                                                         
     
CAPITULO I : RECUERDOS

     Desde pequeña mis padres se dieron cuenta que era una niña diferente; mi apariencia más que humana, era como la de un pequeño elfo, siempre entre los árboles, escurridiza, de pocas palabras, casi sin hacer contacto con la gente que me rodeaba, sumergida entre mis propios pensamientos la mayoría del tiempo, con una mirada de la que pocos pueden escapar, porque como dicen, atrapa hasta al más astuto de los animales, y sin embargo lo que más espantaba a los visitantes era cuando lograba abrir la boca, porque entonces nadie podía hacer otro gesto que el de una poco disimulada mueca de horror. Es que de ella no sólo salían mis palabras y mis pensamientos, ocurría también a veces que aquellos seres queridos que aquellos visitantes habían perdido hace poco, llegaban a nuestra casa, y expresaban a través de mí algún asunto importante que no habían logrado decirles o aclararles en vida, encontrando en este particular don de mi cuerpo, su última esperanza.

      A pesar de que esto podría tomarse como algo bueno, la mayoría de las veces todos salían huyendo, sin escuchar más que dos o tres palabras de lo que tenían que decirles, y en el peor de los casos, luego del incidente, me vetaban de su familia no dejando que ninguno de sus hijos me rondara, por lo que este extraño poder me fue alejando paulatinamente al mundo exterior y adentrándome más hacia aquel que estaba lejos de esta realidad.

     Mi madre, como cualquier otra, no hizo más que empeorar las cosas, me ingresaron a miles de hospitales diferentes donde me realizaban pruebas de todos tipos y cada uno me diagnosticaba una patología nueva. Nadie lograba explicar del todo lo que me ocurría, mis premoniciones, la capacidad para saber con antemano lo que pensaban las personas, la leve hipotermia que ocasionaban mis conversaciones con gente no-viva, todo esto lo atribuían a una esquizofrenia pero no encajaba 100%. Hasta que un día, sin previo aviso, mis padres se detuvieron, y simplemente me dejaron tranquila.

      Luego de esto, llegué a creer que mis problemas se habían terminado, y que llevaría la vida normal de cualquier otra niña del pueblo, pero en mi inocencia no alcanzaba a entender lo que ocurría realmente a mi alrededor. Un sábado por la tarde, luego de preparar la cena, mis padres comenzaron a empacar sus maletas, me pasaron un pequeño collar con una gran piedra al centro, un sobre con dinero, un beso de cada uno y sin decir una palabra más, se fueron. Ahí me quede yo, sentada, mirándolos partir, con el iluso pensamiento de que irían de compras por más leche, pero claro, luego de dos días de espera un hombre desconocido con una placa llegó a buscarme. A mis padres nunca más los volví a ver.

Entré entonces al orfanato "Amanecer", el único dentro del pueblo y el edificio más antiguo de todos. Quedé a cargo del Sr. Knight, un hombre pequeño, de grandes lentes y regordete que aunque parecía una fea y extraña persona cuando me dejaron con él, luego de hablarle y conocerlo un poco llegué a apreciar la sencillez de su corazón.

- Debo decirte la verdad – fueron sus primeras palabras al hablar conmigo - la situación en la que quedas ahora no es de las mejores pequeña Elena, tus padres no parecen haber dejado rastro y lo único que puedo hacer es contactar a tus tíos del sur - decía apresuradamente al mismo tiempo en que tomaba mis cosas y las subía a un pequeño auto azul – pero no te preocupes, por lo pronto estas a mi cargo y no dejaré que nada te suceda ¿Está bien? – mientras lo decía me subí de un brinco al coche y vi como lentamente tomábamos el camino que me llevaría a mi nuevo hogar.

        - No debes sentirte mal hija – dijo luego de un rato de trayecto - la verdad no creo que tus padres te hayan abandonado, esta ciudad es pequeña y mucho de nosotros los conocíamos y coincidimos en que no son de esa clase de gente, algo serio debe haberles ocurrido- decía como quien espera depositar una semilla de esperanza en un corazón abandonado.

         Lo escuché atentamente porque a pesar de la situación era la primera persona que me hablaba amablemente, sin embargo, de lo que él ni nadie nunca se dio cuenta es que verdaderamente no me dolió cuando ellos se marcharon, suena terrible decir algo como eso pero en su momento fue cierto, sentía como si a pesar de sus abrazos y de sus cariños no fueran realmente mis padres, sino más bien guardianes, unos que esperaban impacientes el momento de marcharse y librarse de la incómoda situación de protegerme.

         Cuando al fin llegamos y vi como era en realidad el lugar pude entender finalmente que ya no me encontraba en la misma situación que antes, que ya no tendría un lugar para mí sola, que ya nunca más habría gente preocupada por lo que me ocurriese, y que a pesar de mi corta edad debía aprender a valerme por mi misma, toda esta realidad me llegó como un balde agua fría, hiriendo mi pecho en lo más profundo, y, aunque fuera por unos pocos segundos, sentí miedo de lo todo lo que me esperaba de ahora en adelante.

         Mi posterior ingreso tampoco fue de los más acogedores, el lugar era frío y desgastado por los años de mal funcionamiento, las paredes estaban rayadas y descascaradas, el suelo sucio y con una alfombra que poco ayudaba a dar una imagen de mayor limpieza, al final del pasillo un gran cuadro de un desconocido pintor parecían coronar la decoración, en él, se veía una mujer hambrienta y desamparada pidiendo auxilio a un buen samaritano bajo un amargo cielo gris.

         En cuanto a los cupos, no existían hace tiempo, el lugar ya estaba más que sobre poblado hace varios años y esto, según escuché después del mismo Sr. Knight, paradójicamente ayudó a que nadie pusiera problemas a la hora de agregarme al registro que poseía la directora, el secreto de las irregularidades del lugar no debía ser revelado.

            Por lo pronto, nadie estaría muy preocupado de una pequeña y extraña niña, con unos padres ausentes ya que había casos mucho peores que atender. El Sr. Knight me llamó y me presentó a la “cuidadora”, una de las mujeres que estarían a cargo de mí de ahora en adelante, ella mecánicamente me tomó de una mano y me condujo por un estrecho pasillo hasta lo que sería mi nuevo hogar de ahora en adelante. A pesar de este frío trato de parte de ella, decidí no sentirme triste y creer que esto era solo parte de mi destino, luego, al ver a las distantes y calladas chicas con las que compartiría la habitación ya no me sentí más como el bicho nuevo y extraño del lugar, ayudando en gran medida el hecho de que no me tomaran en cuenta y siguieran con sus labores como si nada hubiera cambiado en su mundo. Opté entonces por acomodarme en el rincón más alejado de la puerta, y deje mis escasas pertenencias junto a un montón de ropa que parecía sin uso.

         Luego de este pequeño protocolo de ingreso, me cambié de ropa y salí al patio, no hubo presentaciones y mucho menos una bienvenida, mi trabajo ahora era simplemente adaptarme por mis propios medios y obedecer las órdenes que se me daban, mientras hiciera eso, nadie me haría nada.

        La gran cantidad de vegetación en el lugar me sorprendió bastante, sin embargo a los pocos minutos de haber salido mi vista se posó sobre un pequeño niño sentado en el árbol que parecía el más grande y verde del lugar, al igual que los demás su actitud era distante, como perdido en el espacio.

        Se trataba de un chico de mi edad pero algo más alto que yo, su pelo ondulado y color oro brillaba con el sol y eso le daba una leve imagen de príncipe de cuentos, sin embargo su nariz respingada tenía una pequeña imperfección en la punta lo que le daban el toque humano que le hacía falta. De pronto, una brisa helada recorrió mi espalda y eso extrañamente me tranquilizó, me hizo sentir a gusto. Me acerqué para verlo más detalladamente, no tenía el mismo aspecto que los chicos de la zona y eso me incitó a conocerlo mejor, pero aunque creí que no se había percatado de mi presencia no alcancé a dar más de 3 pasos cuando escuché:

           - No me gusta que me acechen, menos una niña como tú, Elena – dijo casi con un toque familiar en su voz.

             Su voz a pesar de ser fuerte y directa, era extrañamente dulce.

        - Sólo… solo quiero mirarte un poco, pareces algo triste. - repliqué, pero no sin sentir un poco de miedo de su respuesta.

        Me quedó mirando un momento y mientras acomodaba las manos entre las piernas agregó:

         - No nos conocemos y acabo de decir tu nombre, ¿Acaso eso no te asusta, E-L-E-N-A? - Esta vez sonó más amigable que antes y gracias a la nueva postura que había adoptado pude ver su rostro por completo.

         - Pocas cosas me asustan realmente – Dije mientras me acercaba más al árbol en el que se encontraba - Conoces mi nombre y muchas otras personas también, pero ¿Cómo te llamas tú?

        No sabía si respondería mi pregunta, era la primera vez que hablaba con un niño de mi misma edad y no sabía bien la forma de hacerlo.

      - Mi nombre… pues me llamo Luca - dijo mientras clavaba su mirada en la mía.

     Sus penetrantes ojos verdes se cruzaron con los míos dándome el tiempo necesario para mirarlos aún más detalladamente que antes, fue entonces cuando noté algo que no había visto en un principio, un detalle que pocas veces antes había pasado por alto. Algo muy importante faltaba en aquellos profundos iris verdes, algo que nos hace especiales y que es una de las más conocidas ventanas a nuestra alma… esos ojos carecían de ese blanco y luminoso brillo, ese que tiene aquellas personas que… están vivas.

Untitle - Prefacio




                                                                                        UNTITLE                                                                                         
     
PREFACIO


¿Cómo esperar que haga lo correcto cuando todo lo que ha pasado por mi vida ha sido incorrecto? ¿Cómo creer que tomaré mis propias decisiones si todas en el pasado fueron de otros?

      Sin embargo aquí estoy, en medio de una decisión que tomar, Will y Luca me miran expectantes, impacientes, saben que no es fácil, que sólo tengo unos pocos minutos. 


      Unos metros más allá, a un costado de la habitación, se encuentran May y Rose, sentadas una al lado de la otra esperando mi respuesta, ambas parecen perdidas en sus pensamientos, no necesitan saber el resultado que tendrá esta reunión, ellas firmaron su pacto hace mucho, podía confiarles mi vida, me serían fieles hasta el final. 


     Yo, a la par, como creando un segundo plano dentro de mi mente, comienzo a recordar lentamente el por qué me encuentro aquí y la cadena de situaciones que nos llevaron a este momento; y como perdida en un dejavú de mi memoria, los recuerdos brotan y salen a relucir como diminutas llamas de luz entre las tinieblas de algún pequeño bosque encantado.



    Y es que es hasta hace poco que conozco parte de la verdad y puedo ver las cosas con mayor claridad. Mi existencia completa, incluso antes de nacer, estuvo rodeada de una serie de catastróficos accidentes que, indudable e irremediablemente, me apartaron del destino que estaba predestinado para mí, cambiando además, brutalmente, el mundo al que debía pertenecer. 



     Sin duda, mis mayores problemas comenzaron con la llegada de Will al instituto, sin embargo, para ese entonces la situación ya había cambiado bastante y es por esto que si realmente quiero esclarecer la historia completa de lo que me ha sucedido debo remontarme a los tiempos de mi antigua casa, cuando era apenas una niña de 14 años. 



      En ese entonces y desde el momento en que mis padres desaparecieron de la ciudad, huyendo de algo que nadie supo en su momento y del que pocos se enterarían después, se desataron la cadena de circunstancias marcadas en el real destino que estaba escrito para mí; y ahora, en este momento tan inoportuno, comienzo a recordarlos, en un vago intento de aclarar mis ya perturbados pensamientos.

domingo, 25 de diciembre de 2011

Relato N # 1 : La Última Jugada


                                 CAPITULO I                                  

  LAS CIRCUNSTANCIAS DE ÉL


      - ¿Nombre de la paciente? – pregunté a la enfermera mientras revisaba algunos papeles del escritorio.

      - Lilian Mazzei doctor – respondió ella, extrañamente amable.

      - ¿Cuándo y en qué condiciones fue ingresada? – interrogué nuevamente.

    - Hace una semana – dijo mientras me entregaba la ficha de la paciente - Llegó por voluntad propia y desde ese entonces que está en la habitación de seguridad.

    Me detuve un momento a reflexionar - ¿Voluntad propia? – pensé. Esa era una palabra poco común dentro de un hospital siquiátrico y logró sacarme una irónica sonrisa.

    -  Bien, entonces sólo necesita el chequeo de rutina ¿No? – pregunté rápidamente mientras terminaba de firmar los últimos papeles.

    - Sí doctor – su actitud ahora parecía algo nerviosa - Ella pidió hablar expresamente con usted, después quería ser ingresada de la forma rutinaria y quedarse como residente dentro del recinto.

     La miré un momento como dudando de su calidad de enfermera. Era la primera vez que se me daba una lista detallada de lo que el enfermo quería.

     - ¿Y de cuando los pacientes se auto-diagnostican en este hospital? – respondí molesto ante una orden así específica (por otro lado ¿pidió hablar conmigo?)

     - Perdone doctor, no quise disgustarlo, ella hablo de todo esto cuando llegó por lo que era sólo una acotación – musitó ella.

     - Bien, no se preocupe, pero que no se vuelva a repetir Bety – advertí a la mujer mientras me encaminaba hacia las salas de consultas. 

     - Hasta luego doctor – escuché que respondía a lo lejos. 

     Caminé por el pasillo pensando un poco en lo que Bety había dicho, realmente era una novedad que un paciente pidiera a un médico específico, pero no pude seguir estas meditaciones por mucho tiempo ya que rápidamente llegué a la puerta de mi consulta. 

     Entré en la sala donde me esperaba la mujer, estaba sentada en una de las sillas y apoyaba la cabeza en el respaldo, no tenía más de veintisiete o veintiocho años, test blanca, contextura algo más que delgada y pelo castaño, sin embargo lo que más me impresionó es que a pesar de tenerlo todo para ser extremadamente atractiva las ojeras en sus ojos y la cara de diazepam de por lo menos dos meses le quitaban todas estas ventajas naturales. 

     Para mi extrañeza, esta imagen me recordó inexplicablemente a mi mujer, o por lo menos un bosquejo de ella, ya que nunca podía recordar bien su rostro - ¿Qué extraño no, el rostro de mi propia esposa? – medité. Seguí observándola y pude ver que junto a ella había una pequeña caja de metal de aproximadamente 15x20, algo como un pequeño baúl de recuerdos… sí, eso era precisamente, un baúl de recuerdo, y parecía de gran importancia por la forma en que la acomodaba entre sus piernas.

    Me acerqué y la saludé amablemente, lo menos formal que pude, para así conseguir un trabajo más expedito: si hay más confianza, hay más charla, si hay mas charla, más rápido y fácil saber si se trataba de una mujer desequilibrada. Su rostro me parecía conocido, estaba seguro que la había visto en algún lugar, pero la laguna mental que sufría luego del almuerzo y el papeleo que me tocaba después de esta consulta me hizo pasar por alto el detalle.

     -Bien ¿Sra. Mazzei, cierto?, gusto en conocerla - dije en un tono cordial muy poco común en mi y estiré la mano para saludarla.

    - Soy Lilian, Daniel, ¿Recuerdas? – Respondió imitando mi gesto - vine a verte – su voz sonaba  más delicada de lo que esperaba.
   
    - ¿Disculpe? – Por un momento me perturbó su tono de voz, pero de inmediato volví a mi papel de siquiatra - Sra. Mazzei, supongo que conoce mi nombre por las enfermeras del hospital pero entienda que yo soy su doctor, el Doctor Williams para Uds., ¿entendido?- mientras le aclaraba el asunto su cara había tomado un semblante triste.

     - Daniel… - repitió nuevamente.

   - Bien Sra. Mazzei pasando a otro tema – continué mi protocolo ignorando el último comentario - me acaba de informar la enfermera, que usted, por iniciativa propia, se internó en el hospital ¿es esto correcto?

   - Sí, vine a buscarte, para que hablemos. – su seguridad para hablarme no eran propios de un personas con problemas emocionales graves por lo que taché unas cuantas opciones en mi cuaderno.
  
    - Sra. Mazzei – dije mirándola a la cara - ¿Nos conocemos de antes? Siento que hay un problema de comunicación entre nosotros, soy su doctor ¿estamos de acuerdo? – anoté este extraño comportamiento en su historial clínico.

    - Sí, disculpe, es una situación extraña para mí – esta vez su cara expresaba aún más dolor, pero se contuvo y cambió el tono de voz - vine para que me atendiera, lamento molestarlo.

   - No se preocupe, me alegra que nos entendamos – al fin podría seguir como una de mis consultas regulares, quien diría que “voluntariamente” podría resultar tan inútil dentro de un siquiátrico – dígame Sra. ¿Por qué cree que debe estar aquí, entre esquizofrénicos, lunáticos, pirómanos y desequilibrados mentales? – dije en un muy mal comentario, la verdad a veces no lograba apuntarle a mi experto lado médico y objetivo del asunto, pero al fin y al cabo era la mejor manera de saber si estaba mentalmente sana.

  - Que sincero doctor, casi no parece médico – dijo como escudriñando a través de mis ojos - Entiendo que parezca extraño pero la verdad necesito que escuche mi historia primero.

      - Bien, entonces cuénteme que para eso vine a verla – volví a usar mi lado amable y encantador.
     
     - Yo estoy aquí porque… porque no pude soportar la muerte de mi hija. – Sus palabras eran lentas, algo torpes – Ella… murió hace tres años… de… leucemia.- las lágrimas de la mujer estaban allí pero ninguna se decidía a caer.

    - ¿Y qué clases de problemas le ha traído esto? – quise apoyarla acariciando su espalda pero me contuve, a pesar de que su dolor me parecía familiar, en esta profesión el cariño estaba absolutamente prohibido.

    - Muchos doctor, demasiados. Intenté superarlo, realmente lo intenté, fui a guías espirituales y grupos de ayuda pero nadie pudo encontrar solución a mi culpa…ni siquiera mi pareja. – me miró como queriendo decir algo entre líneas, pero no se me ocurrió qué podía ser - Ahora estoy sumergida en un mundo de fantasía, un mundo que no existe y todo por no aceptar esta situación – su pena me pareció valida, la comprendía de cierta forma, finalmente mi hija también había muerto hace poco. 

    - Señora, es muy válido todo lo que me dice, el asunto es que si usted sabe todo esto entonces en realidad no es un problema siquiátrico el que usted padece, sino más bien sicológico.

     - NOOO!!! - Bufó repentinamente y de una forma en que prácticamente saltó de su silla - escúcheme por favor, escúchame!!!… mi hija murió, todos estamos sufriendo por ello no tan sólo yo, debo abrir los ojos!

    La situación claramente era extraña, su diálogo primera – tercera persona no lograban hilar dentro de nuestra conversación. Ya entendía por qué la pobre mujer estaba aquí, saber qué hacer y no hacerlo, debía ser el Karma para ella. 

     - Bien señora, creo que lo mejor será que la derive con un sicólogo… - dije al fin.

    - ¡NO!, - y junto con decir esto la mujer corrió rápidamente hasta la puerta y la cerró de un golpe.
La miré mientras ejecutaba todo sin poder siquiera moverme del lugar donde me había sentado. Claramente este día no iba a ser de los mejores.

                                CAPITULO II                                 


  LAS CIRCUNSTANCIAS DE ELLA


 Kim era la niña más linda que había visto hasta ese momento. Cuando me la dejaron en los brazos por primera vez mis ojos se llenaron de lágrimas al ver como un ser tan indefenso y hermoso quedaba a mi cuidado. Cuando llegó mi querido esposo fue aún peor, lloró largo rato agradeciéndome, entre otras cosas, haberlo escogido como el padre de mi hija, de nuestra hija. En ese momento supe que definitivamente mi hija sería la persona más amada en este mundo.

 A pesar de esto, nuestra felicidad fue fugaz como el viento, luego de que cumpliera seis años de edad le diagnosticaron leucemia. Fue el día más doloroso de mi vida y lloré como una niña en los brazos de mi marido, ambos estábamos destruidos.

    Luchamos meses con la enfermedad, corrimos de un especialista a otro, de una terapia a otra, sin embargo para nuestra desgracia la salud de Kim se fue deteriorando más rápido de lo esperado y pesar de todos los esfuerzos que hicimos, antes de un año habíamos perdido la batalla contra el cáncer, y con ello, a nuestra amada hija.
   
     Lo último que recuerdo antes que mi marido enfermara fueron sus palabras al salir por la puerta  - Kim murió y yo no pude hacer por ella, no pude cuidar a mi preciado tesoro – para él seguir viviendo luego de esta tragedia era simplemente imposible de soportar. A pesar de que cuando me avisaron de su muerte y a lo largo de todo el proceso para enterrarla no derramé una sola lágrima, entendí perfectamente su impotencia, para mí también fue la pérdida más dolorosa de todas, sin embargo había tomado la decisión de ser fuerte, no sólo por mí, sino que por ella y por mi esposo, porque ambos eran muy cercanos y sabía que luego de la partida de mi pequeña lo que se nos venía iba a ser muy duro para mi marido y necesitaría a su lado alguien que le entregara calma.

    Todos los síntomas que le describí al doctor eran los de mi esposo, a pesar de querer ayudarlo se fue sumergiendo irremediablemente en una terrible depresión que lo tenían encerrado en la habitación de Kim la mayor parte del día, pero el doctor por supuesto no sería capaz de entender o manejar una situación de estas características, el doctor, al igual que mi marido, estaba cegado por el dolor y no podía ver más allá de lo que quería creer,  simplemente no podía ayudarme.

     El día que tomé la decisión de internarlo en el centro fue el día que entendí el apoyo que había sido para mí por tantos años, el amor que me había profesado tan devotamente a mí y luego a nuestra hija eran testigo de ello, a pesar de los problemas seguía siendo el amor de mi vida, el tierno marido con el que quería pasar el resto de mi vida y desde entonces he dedicado mi vida a tratar de curarlo. Pero a lo largo del tiempo me he dado cuenta que no es fácil sacar a una persona de la burbuja que ha creado para protegerse de la realidad, y en este caso en particular era algo aún peor, pues él ya había mezclado su pasado y su presente, transformándolo a su conveniencia.

     ¿Qué me quedaba entonces? Pues luego de tantos años de tratamiento pocas eran las esperanzas que me quedaban, pero a pesar de lo que me dijeran, aún conservaba unas cuantas que se negaban a abandonarme, y mi última alternativa era una pequeña carta que guardaba bajo la manga, que me había propuesto dejarla hasta el final, la carta que guardaría para realizar la más importante de mis jugadas, la carta que guardaría para realizar mi última jugada. 

    Ya no había otra oportunidad, él mismo tenía que abrir los ojos, eso dijeron mis colegas, y ciertamente tenían razón, si esto no funcionaba quizás tendría que rendirme para siempre. Ahora la desesperación me había superado y puse en una situación incómoda al doctor, no era mi intención gritarle, pero creo finalmente sabía que terminaría así.

                                CAPITULO III                                 



  RECUERDOS

 La mujer y el doctor seguían allí sentados, ninguno se atrevía a romper la tensión del momento ¿Qué podía hacer el doctor ante una reacción tan explosiva de su paciente? ¿Cuánto podría haber soportado la paciente si el doctor no la entendía? 

 Ninguno conocía bien la situación del otro, pero tampoco estaban para esperar que la eternidad dentro de esa habitación se los contase y pronto el hilo que sostenía toda la situación se rompió:

     - ¿Está todo bien adentro? – comenzó a gritar Bety desde fuera de la habitación.

     - Si – respondieron ambos a la vez, la mujer para no ser molestada, él todavía no sabía el por qué.

   - Sra. Mazzei cálmese, no quise ser grosero – dijo el doctor dirigiéndose a la mujer y conservando la relación médico-paciente.

    - Sí, me calmaré, pero tienes que ver lo que te traje primero – y señaló la caja negra que traía con ella. – nuevamente el hablar de ella contrapesaba el de él.

   - Bien, la veré, pero tranquila, siéntese – el doctor tuvo la intención de corregir el “te” por un “le” pero prefirió guardar silencio, tomó la caja y la observó con detención - ¿Quiere que la abra?

    - Si, por favor – respondió ella bastante más tranquila.

 El doctor la observó detenidamente, era de 20x15 cm., negra, de metal y cerrada con llave, intentó moverla pero algo le decía que debía tratarla con amor y respeto. Miró a la paciente pero ella no tenía intención de moverse del lugar donde se encontraba.

      - ¿Me dará la llave? – dijo algo nervioso, se sentía extraño, algo había cambiado desde el momento que tomó la pequeña caja.

     - No puedo dártela.

     - Creía que quería que la abriera – su nerviosismo ahora era evidente, se sentía mareado y la cortesía para con la paciente se hacía menor a cada segundo.

   - Así es – dijo ella muy segura – pero no es necesario que te la de yo, tu eres el dueño de esa caja, tú tienes la llave que la abre.

   - Sra. Mazzei ahora creo que tenía razón con respecto a su enfermedad, esta caja la trajo usted – al decir estas palabras algo comenzó a pesar en el cuello del doctor.

 Intentó no prestarle atención pero la sensación de ardor que le producía en su cuello era enorme y terminó por mirarse. Ya la había encontrado, la llave estaba en su cuello, la llevó con ´él todo este tiempo, tal y como dijo la paciente.

     - ¿Qué significa esto? – la voz del doctor era ya de pánico pero la mujer seguía en la misma posición, expectante ante los hechos que acababa de presenciar.

      - Abra la caja doctor – se limitó a decir la mujer.

 El doctor obedeció. Desde un comienzo sabía que este día era especial, que la mujer no era sólo una paciente, que ya no había escapatoria para él, pero como se sabía un gran doctor, no dio crédito a sus presentimientos. 

      Al momento de abrir la caja sintió miedo, demoró varios minutos en girar la llave y aún muchos más en decidirse a abrir la tapa. Mientras tiraba la caja con delicadeza, miles de imágenes sin sentido pasaban por su cabeza, una niña, una mujer, su esposa sin rostro, él mismo. Cuando al fin se abrió la tapa, todo fue más irreal aún, cartas, flores, recortes y miles de fotos eran el contenido de la caja negra.

      - ¿Qué es esto? – los ojos desorbitados del doctor buscaban en la mujer una respuesta.

      - Daniel…míralas – esta vez la mujer se acercó al doctor y se sentó al lado de él para así acompañarlo. 

     Comenzó por sacar las cartas de encima, los recuerdos, la gran cantidad de pétalos de flores y por último un pequeño álbum de fotos de la familia Williams… Mazzei. Lo abrió con cuidado, dentro se encontraban él, y ella. 

    - Daniel…-comenzó diciendo la mujer – esa es nuestra familia ¿Lo recuerdas?, falta Lili, pero ella ya no está aquí entre nosotros, se fue a un lugar mejor – las lágrimas brotaban por sus ojos asiéndole difícil hablar.
El doctor no reaccionó de inmediato, la conmoción era demasiada para alguien sano como él, ¿Cómo podía venir a decirle que eran una familia?, su rabia se transformó en pena y el llanto también terminó siendo su vía de escape.

   - ¡NO!- grito el doctor- usted está loca señora, tiene que irse – mientras lo decía comenzó a golpear la puerta de salida

    - Daniel, por favor escúchame, tienes que recordar por favor…- sus lagrimas eran cada vez más dolorosas.

     -Señora tiene que irse – y se acercó para tomarla del brazo - ¡lárguese!, yo soy un doctor prestigioso, tengo una esposa, una hija que murió de…-no pudo seguir, tampoco recordaba de lo que había muerto.

     - ¡Daniel yo soy la doctora aquí! ¿Qué no lo ves?, tú has sido mi paciente durante 10 años, ¡dime cómo era tu esposa! ¡Dime como era tu hija!  – la presión fue demasiada para la Dra. Mazzei y terminó por revelar sus verdaderas circunstancias antes de tiempo.

    - ¡Estás loca!, eres una mujer loca, ¡SAL! Vete de aquí, yo tengo una esposa, y tenía una hija – repetía una y otra vez el paciente y estaba claro que ya lo habían perdido para siempre.
Un grupo de paramédicos entró al escuchar los gritos desde dentro de la pieza, ambos se pararon, pero fue él quien conservó la caja.

    - ¡Sáquenla de aquí! ¡No se puede quedar esta mujer en mi hospital! – gritó Daniel al ver llegar al equipo, pero ellos nadie lo miraban a él.

   - Pueden llevárselo – se pudo escuchar la orden Dra. envuelta entre las lágrimas – hemos terminado por hoy.

   El grupo se abalanzó sobre Daniel que a duras penas entendía lo que estaba pasando, gritó, pateó y maldijo cuanto pudo pero ante la presión finalmente cedió y se dejo dopar. 

    Mientras se iba miró por última vez las fotos donde se encontraba él, la llave que traía en el cuello, pero nada tenía sentido aún, todo era una gran nebulosa en su cabeza, él tenía una esposa de la que no recordaba su cara, ella tenía veintisiete años, dos menos que él, era de test blanca, contextura delgada, pelo castaño… tenía una hija muerta pero no sabía las circunstancias de su muerte, sabía que aún le dolía el pecho al pensar en ella pero no recordaba su rostro. Entonces, mientras pensaba en todas estas cosas, una de las fotos que estaba en la mesa de la habitación comenzó a elevarse y flotar por a través de esta, salió del lugar y se cruzó voluntariamente por donde se encontraba Daniel; él, al verla pasar, sintió como todo el tiempo se detenía para guardar ese único, mágico y extraordinario momento, el balde de agua fría en su cabeza calló como una amiga mortal y fatal, el infierno, el cielo, la miseria, la alegría, todo comprimido en esta sola y única foto que pasaba por su lado, en ella podía distinguirse claramente su rostro, el de la Dra. Mazzei y…el de su pequeña hija.

     La doctora ya se iba. Envuelta en el amargo sabor de otro fracaso, de la última derrota que no esperaba, que no aceptaba, sin embargo sus circunstancias estaban a punto de cambiar.

    - ¡Lilian!– el grito venía del otro lado del pasillo. - No me dejes aquí. Necesito a mi esposa conmigo en estos momentos.

     La doctora giró de inmediato, su corazón en un segundo comenzó a dar saltos de alegría, sus lágrimas que parecían haberse extinguido hace unos instantes atrás volvieron a brotar como si fueran infinitas dentro de su pequeño cuerpo. 

    - Daniel… ¡Daniel!

    La espera de diez años había acabado, finalmente tenía a su esposo de vuelta.
     

Septiembre, 2011